domingo, 11 de marzo de 2012

… sobre los expatriados en tiempos de crisis


Leía hoy en elpais.es un artículo muy recomendable sobre la “generación nimileurista”: jóvenes ahogados por la crisis cuyo sueño es un trabajo digno (o simplemente un trabajo) y llegar a cobrar 1000 euros al mes, algo que era deshonroso hace poco más de 6 años. Toda una generación perdida y sumergida en el envío de curriculums, las becas, los sueldos indignos y el paro… 50% de paro juvenil, una cifra que da miedo.

Y leo todo esto desde el "exilio", sentada en el sillón de mi estudio parisino, con mi música de fondo, con la tranquilidad que da un contrato indefinido y con la seguridad de tener un sueldo digno a fin de mes. Me considero afortunada porque desgraciadamente el marcharse de tu país no te asegura nada. Conozco expatriados cuya situación no es mucho mejor que en España. Sin ir más lejos, tres de mis amigos más próximos aquí en París viven en sus carnes la incertidumbre de no tener un trabajo estable, hasta tal punto que un contrato de 3 meses se ha convertido en motivo de celebración. Es muy duro estar fuera de casa, sin el soporte anímico y económico de tu familia, en una ciudad tan complicada y cara como París, capital de un país que comienza a notar de verdad las consecuencias de una crisis que ha logrado enmascarar hasta ahora.

Emigrar no es sinónimo de tener éxito y tampoco es buscar una salida fácil. Simplemente es otra salida. Sin embargo, no son pocos los que tienen el sentimiento de haber abandonado el barco, de haber huido, de haber renunciado a la lucha en nuestro país. Y a pesar de que es una visión muy loable, yo no la comparto. Uno tiene que buscar aquello que le motive, que le permita seguir evolucionando. Y desgraciadamente, España no es actualmente el mejor escenario para ello.

Soy española y me preocupo por lo que pasa en mi país porque afecta a la gente que quiero y que sigue allí, pero yo seguiré buscando oportunidades que valoren mis capacidades y que me permitan aprender y progresar. Mientras no haya nada que me ate, seguiré mi camino en el extranjero sin ningún remordimiento, porque nadie debería poner el límite de unas fronteras a su futuro.




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