viernes, 23 de mayo de 2008

... sobre palabras y ciudades

El otro día leí en un libro que toda ciudad tiene una palabra que la define. A su vez, toda persona tiene una palabra que expresa su mayor deseo o necesidad. ¿Qué implica esto? Que para ser feliz en una ciudad es necesario que ambas palabras coincidan porque significaría que lo que se respira en dicha ciudad es lo que uno desea o necesita.


El libro en cuestión, Eat, Pray, Love de Elisabeth Gilbert, habla de Roma. Dice que su palabra es "sexo" y la protagonista digamos que no pinta mucho allí, entre otras cosas porque ella está buscando su palabra. Yo a Roma la definiría con "arte" en vez de "sexo ", pero también es cierto que yo no he vivido allí, por lo que mi opinión no tiene mucha base!


Es difícil encontrar un término que encaje con una ciudad. Pero más complicado es encontrar aquel que define nuestra existencia y que determina nuestra felicidad.


Por eso, yo me pregunto: ¿y si nunca logramos encontrar esa palabra? ¿daremos tumbos sin sentido? Si es tan importante encontrarla, una vez que la hemos hallado, ¿podemos hacer elecciones vitales basándonos en ella? ¿seremos así felices?


Y para terminar... ¿creéis que encajáis con la palabra de vuestra ciudad?


Yo aún busco la mía... y la de Madrid...




jueves, 15 de mayo de 2008

... sobre el Gran Hermano real

Alguien me dijo que el mundo de hoy es un Gran Hermano real. Siempre estás vigilado por alguien o por algo, incluso cuando piensas que nadie te ve. Y no pude estar más de acuerdo. De hecho, y para muestra un botón, siempre bajo la persiana de mi habitación cuando llega la noche y hay que dar la luz porque me aterra el hecho de que alguien me vea. Sí, es absurdo, lo sé, sobre todo cuando vives en un octavo, sin ningún edificio enfrente y tu ventana da al infinito... pero no puedo remediarlo. Creo que me moriría si tuviera que vivir en uno de esos "megapisosparamegarricos" tipo Nueva York con un ventanal inmenso como pared...



En Madrid ha habido mucha polémica con la instalación de cámaras de vigilancia en algunas calles, cosa que ni me va ni me viene porque, total, para una vez que pasas por ellas, perdida entre las masas... Pero el otro día asistí a un momento más que representativo en cuanto a vigilancia se refiere. Situémonos: lunes, 9:30 de la mañana, Cercanías Atocha-Nuevos Ministeros. Medio vagón dormido (es lo que tienen los lunes...), y en un grupo de cuatro asientos veo a una joven apoyada contra la ventana completamente dormida. Enfrente, un hombre de mediana edad con un móvil en sus manos. Hasta aquí todo normal... hasta que vi que ese hombre estaba grabando a la joven durmiente! Esa chica inocente, que seguramente se dirigía a su lugar de trabajo, de repente es protagonista de un video de un hombre desconocido que decidió que lo mejor que podía hacer un lunes por la mañana era grabar en video a una anónima que descansaba plácidamente en su asiento.

Por todo esto, yo me pregunto, en un mundo en el que estás constantemente vigilado, ¿es posible la libertad? ¿Tenemos derecho a retratar a personas anónimas que en ningún momento quisieron ser objetivo de una cámara? ¿Deberíamos tener miedo de que en cualquier momento veamos un video nuestro en YouTube? El desarrollo de las nuevas tecnologías es alucinante pero, ¿dónde está la barrera que separa su increible proyección de la protección de la intimidad?

domingo, 11 de mayo de 2008

... sobre los diarios pre-adolescentes

Alguien me comentó que los blogs eran como diarios en internet y que podrían ser utilizados para hablar de lo que quisieras, cuando quisieras y como quisieras. De repente me pareció una buena idea recuperar aquella olvidada costumbre adolescente que consistía en escribirlo todo en un diario que me esforzaba en cerrar con un candado para que nadie leyera... ¡Ilusa de mí! ¡Pero si con una simple horquilla podía abrirse! De hecho, hasta yo lo abría así porque nunca encontraba la maldita llave... Ays, qué tiempos aquellos....




Una vez, haciendo limpieza general en mi habitación (la misma desde hace 22 años), me topé con mis diarios (porque llegué a tener dos), me llené de valor y decidí regresar a mi pre-adolescencia. Craso error... porque no puedo expresar con palabras mi estupefacción al leer aquello... ¿esa era yo?


Fue duro enfrentarse a mi "yo" de aquella época y darse cuenta de las cosas que han cambiado (bendita madurez) y de las que no... y lo que es peor... intentar encontrar la razón de que ciertas cosas no hayan cambiado y no tengan pinta de cambiar.


Por todo esto, es hora de preguntarse: ¿es necesario que todo cambie a lo largo de nuestra vida para darnos cuenta de que hemos crecido? ¿O son esas constantes las que nos definen? Y si no soportas esas constantes, ¿se pueden cambiar o tendrás que vivir con ellas toda la vida?